Celebración del XXXVII Aniversario de la Constitución Española

Celebración del XXXVII Aniversario de la Constitución Española

04/12/2015

Discurso del delegado del Gobierno:

En nombre del Gobierno de España quisiera darles una afectuosa bienvenida a esta Delegación en Aragón para conmemorar, un año más, el nacimiento y la vigencia de la Constitución Española que este domingo cumplirá 37 años.

Quiero que mis primeras palabras sean de felicitación a las 9 personas premiadas por sus reconocidos méritos. Enhorabuena a todos. También quiero agradecer el esfuerzo y dedicación de todos los empleados de la Administración Periférica del Estado en Aragón, tanto de los servicios integrados en esta Delegación y en las Subdelegaciones, como de los servicios territoriales de los departamentos ministeriales que hoy nos acompañan. Al igual que a las Fuerzas Armadas, a cuyos representantes agradezco su presencia. Y también, como todos los años, quiero reconocer expresamente la labor de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado en nuestra Comunidad, que demuestran cada día su entrega a la sociedad, reduciendo año tras año significativamente las cifras de criminalidad.

Y gracias, decía, muy especialmente, a esas Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado en unos tiempos en los que se hace presente y real la amenaza del terrorismo. El día 13 de noviembre en París unos salvajes atentados conmocionaron al mundo, como lo habían hecho un 11-M en Madrid o un 11-S en Nueva York, o prácticamente todos y cada uno de los días, ya sea en Túnez, Egipto, Beirut, Ankara, Nigeria o cualquier otro lugar del planeta. Cuando creíamos haber pasado la página del terrorismo etarra, una nueva amenaza, la yihadista, se cierne, no ya sobre los españoles, sino sobre la civilización occidental en su conjunto, amén de sobre cualquier persona, religión o ideología que no comulgue con su sanguinario programa.

Ante semejante espada de Damocles nuestra sociedad no puede mirar hacia otro lado, ni esconderse en sitio alguno. Debe responder desde la unidad del mundo demócrata con la resolución y contundencia precisas para salvaguardar nuestro modelo de vida en libertad.

Vaya, pues, nuestro recuerdo, nuestro respeto y nuestro afecto por todas aquellas víctimas de la sinrazón y crueldad terrorista. No las olvidamos y son nuestro estímulo para plantar cara a los que pretenden amedrentarnos y socavar nuestro modelo de convivencia.

Los aniversarios sirven para reflexionar, para mirar atrás y hacer balance de los logros conseguidos, de las oportunidades aprovechadas, y también, por qué no, de las aspiraciones o de los proyectos inacabados. Hoy, 37 años después de que la Constitución española fuese ratificada en referéndum, mi reflexión me conduce a un profundo agradecimiento y a una felicitación colectiva. Gracias a la Constitución podemos mirar al pasado reciente con satisfacción, al presente con confianza y al futuro con esperanza.

Debemos felicitarnos, en primer lugar, porque podemos mirar al pasado con satisfacción y con admiración. Satisfacción porque fue el punto de partida de la democracia y sirvió para construir un espacio de concordia, de libertad y de solidaridad, sobre el que hemos consolidado el Estado social y democrático de Derecho que es hoy España. Y admiración, por el ejemplo de consenso y de superación de los intereses personales o colectivos en favor del interés general, que demostraron aquellos representantes políticos y la sociedad española.

Y en ese marco creado por la Constitución nuestra democracia ha crecido, superando retos y dificultades: hemos sufrido y luchado contra los ataques del terrorismo. Nos mantuvimos unidos frente a un golpe de Estado. Superamos la crisis económica de los 90. Aprovechamos grandes oportunidades, como la incorporación a la Unión Europea y a la zona euro. Hemos ampliado y modernizado nuestras infraestructuras. Hemos extendido derechos sociales básicos a toda la población. Nos hemos abrazado celebrando triunfos, deportivos y culturales. También hemos conocido la alternancia y la aplicación de diferentes políticas en el marco de unas normas superiores comunes en pacífica convivencia. E incluso, en ese marco constitucional, hemos vivido un relevo modélico en la Jefatura del Estado, la Corona, la más alta representación del Estado y símbolo de su unidad, que se ha producido con total normalidad. En definitiva, nuestra sociedad ha madurado al mismo tiempo que lo hacía nuestra democracia y nos hemos convertido en una gran nación. No sé si hubiera sido posible con otra Constitución, pero sí sé que con ésta lo ha sido.

Pero hoy también toca mirar al presente y ver cómo ese marco en el que nuestra sociedad y democracia han crecido, se enfrenta a tres importantes desafíos: la crisis económica, la falta de confianza en las Instituciones y el desafío rupturista.

Desafíos que sirven a algunos para poner en cuestión la Constitución. La crisis económica y la correspondiente decepción o desesperación de muchos ciudadanos son aprovechadas por unos para reclamar un nuevo proceso constituyente y nuevas formas de Estado. Otros, nunca saciados, aún con cotas de autogobierno que jamás imaginaron, buscan ya no solo otra forma de Estado, sino ser “otro” Estado.

Ante estos desafíos, la Constitución nos permite mirar con confianza y seguridad frente a la inquietud y a las amenazas. Con la Constitución, con determinación y con unidad, podremos seguir siendo lo que somos: una gran nación.

Ya estamos superando el primero de aquellos retos, el económico. Aún queda mucho por hacer pero las reformas emprendidas y, sobre todo, el esfuerzo de todos, han evitado el rescate que los analistas anunciaban a principios de esta legislatura. Hemos dejado de hablar de la prima de riesgo y por fin nos podemos alegrar al conocer datos positivos de empleo.

Los españoles hemos hecho frente a las adversidades y hemos conseguido dar la vuelta a la situación.

Hoy hubiera deseado hacer un balance de la labor del Gobierno en esta legislatura. La Ley electoral me impide referirme a ello por lo que pasaré esa página y diré que, aunque superar la crisis económica es una condición necesaria para devolver la confianza a los españoles, no es suficiente; tenemos otro reto: superar la desafección hacia las instituciones.

En la lucha que nuestra sociedad mantiene para recuperar la confianza de los ciudadanos en las instituciones, dos son las líneas fundamentales. La primera, desarrollar normas que impulsen la regeneración democrática de nuestras instituciones y la segunda garantizar que el Estado de Derecho funcione.

En el primer sentido, en estos últimos años se han aprobado en las Cortes generales un número importantísimo de normas referidas a Transparencia de la Administración, financiación de partidos políticos, reforma del Código Penal, y otras muchas destinadas unas a prevenir y otras a castigar con dureza las conductas delictivas de los servidores públicos.

En el segundo sentido, es fundamental que nuestro Estado de Derecho funcione y hoy, como el año pasado, no me cansaré de repetir, que la Justicia funciona, los Jueces y Fiscales funcionan, las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado funcionan también, perfectamente, sin ningún tipo de cortapisas ni intervencionismo por parte del Gobierno. Cualquier persona, cualquiera, sea o no cargo público, tiene que saber que “El que la hace la paga” y que el código penal pone las cosas y a las personas en su sitio.

Y con la misma determinación que estamos superando esos retos habremos de superar el tercer desafío a que me refería: el desafío rupturista. La pretensión separatista de una parte (no mayoritaria) de la sociedad catalana, no solo constituye una amenaza a la integridad territorial del Estado sino a los principios elementales que supone un Estado democrático de Derecho, por cuanto se plantea desde un enfoque ajeno a los cauces legales y democráticos lo cual, si cabe, aun agrava más la responsabilidad -o mejor dicho, la irresponsabilidad- de los que la promueven.

La unidad de España es la piedra angular del modelo que la Constitución de 1978 diseña como marco de relación de todos los españoles y que hoy cobra un especial sentido. En otras intervenciones he leído los dos primeros artículos de la Constitución y hoy voy a reiterarlo: “La soberanía nacional reside en el pueblo español”, y “La Constitución se fundamenta en la indisoluble unidad de la Nación española, patria común e indivisible de todos los españoles”.

Es legítimo debatir sobre las ideas y pensar diferente. Por contra, es ilegítimo intentar imponerlas saltándose la Ley. Y lo que está en juego, no solo es un debate ideológico o una cuestión territorial. Es el respeto al Estado de Derecho. Las ideas se pueden debatir, antes, durante y al final del partido, las reglas de juego no. Quiero volver a recordar aquello de que la democracia sin ley no es democracia, y que es en los sistemas totalitarios donde el fin justifica los medios, no en las democracias.

Pues bien, con la determinación que da el convencimiento de la voluntad de común destino de todos los españoles. Con la fuerza que da la unidad de los partidos políticos que respetan el Estado de Derecho. Con la legitimidad que da el respeto a la Ley. Y con el poder que da la propia Constitución, el Gobierno garantiza la unidad de España y protege los derechos de los españoles en general y de los catalanes en particular.

Y lo hará, como ha hecho hasta ahora, con serenidad frente a las provocaciones, con prudencia y con proporcionalidad a la vez que con firmeza y sin descanso.

Quizá nuestro modelo territorial no sea perfecto -¿y cuál lo es?-, no puedo saber ahora si otros modelos que se proponen lo perfeccionarían o, por el contrario, romperían el actual equilibrio y las cotas alcanzadas de solidaridad e igualdad de todos los españoles. Lo único que sé es que cualquier cambio debería hacerse siguiendo los principios democráticos y legales establecidos y siempre desde el respeto al depositario de la soberanía nacional que es el pueblo español, tal y como se ha pronunciado esta misma semana el Tribunal Constitucional.

Y en este contexto, a pesar de la gravedad de las amenazas, económicas y políticas, con algunas cuestiones ya superadas pero otras muchas por superar, gracias a la determinación y unidad de una gran mayoría de españoles en el marco constitucional, miro al futuro con esperanza, con el ánimo que da el poder ver que España empieza a salir de la crisis, con unas instituciones que saldrán fortalecidas gracias a nuevas normas de transparencia y regeneración. Con la fuerza de la unidad y la legitimidad frente a la secesión, con el convencimiento de que sin consenso no hay cambio y sin leyes no hay democracia.

Y miro al futuro con esperanza porque en el marco de la Constitución que hoy celebramos veo una sociedad que vence las adversidades. Una sociedad que sabe que es dueña de su soberanía. Que es el trabajo y el esfuerzo lo que nos hace avanzar y no el oportunismo político y lo que hoy se conocen como “postureos”. Que es la responsabilidad y el cumplimiento de las obligaciones y no solo la ilimitada demanda de derechos lo que sostiene el Estado de Bienestar. Que es el afecto y la concordia y no el empeño de algunos en recordar lo que nuestros antepasados superaron, lo que consolida la convivencia democrática. Que es el abrir la mente y el respeto a la Ley lo que permite dialogar y no la imposición previa, los pactos excluyentes o los cinturones sanitarios. Que el fin no justifica los medios. En definitiva, que es la búsqueda del bien común, y no la de nuestros propios intereses, lo que nos permite crecer como sociedad y como personas.

Señoras, Señores,

Este domingo es 6 de diciembre, día de la Constitución. Y quiero terminar como empecé, felicitándonos a todos por haber tenido y tener una norma que ha hecho posible la convivencia y el progreso de todos los españoles. Como decía antes: No sé si hubiera sido posible con otra Constitución, pero sé que con ésta somos y seremos una gran nación.

Muchas gracias.